Y como llegaba el cumpleaños de mi primo pequeño y estabamos tan enganchadas a la cocina, no podía hacerle un regalo sin galletas.
Aunque no fueron las primeras que hicimos (esas nos la comimos en la cocina justo cuando ya se había puesto la glasa durita y no nos dió tiempo ni de echarles fotos, aunque pensandolo mejor, mejor que no las hubiera porque, ¡¡hicimos todo tipo de decoraciones para probar!!), si que fueron de las primeras.
Y así quedó en su cajita, que tenía una ventanita para que desde fuera se pudiera ver lo que había en su interior. Solo decir que a Robe le encantaron sus galletas personalizadas y que se comió en un ¡¡plis plas!!
Y como su papa dice, ¡un regalo rico para un pequeñín que es más chulo que un ocho!
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